jueves, 13 de febrero de 2014

"Siempre" ahora es "mañana"


“La tarde cierra filas. A través de la ventana del despacho veo esa cortina de niebla tan frecuente estos días de febrero. Densa como una nube de arena flotando en el desierto parece haberse encargado personalmente  y en venganza de aniquilar de golpe las luces de la calle para que no se vea nada. Si acaso es que ocurriera algo allá afuera, no me interesa. Se escuchan lejanas voces saliendo desde el parque. El vecino del 22  es la tercera  vez que llama con el claxon a su mujer para que salga a abrirle la cochera y así no tener que bajarse del coche. Qué poco me gusta ese tipo. Debe estar lloviendo apenas, débil txirimiri. Hoy prescindiré de cena. El tiempo así supongo se me hará más corto, y alcanzaré antes el momento deseado de meterme en la cama a dormir y terminar el día. Sigo diez minutos más escribiendo el informe que me ocupa y por fin lo termino. Voy apagando  la calefacción del dormitorio, lavándome los dientes, reviso el despertador para mañana. Miro por última vez el buzón del e-mail en el móvil y apago la luz. No son ni las 10 de la noche. Ni ganas de ver televisión, ni de retomar la lectura pendiente en la mesilla. Sin nada mejor que hacer que rendirse en la almohada. Pienso en que tal vez me abrace uno de esos sueños exóticos que a veces me sorprende, evocadores de un mágico mundo de vapores dulces, donde poder perderme profundamente durante varias horas. A ver si hubiera suerte. Cierro los ojos y me pregunto cómo podría llegar hasta ellos… buceando, volando…

En ese intento estoy cuando suena el teléfono. Apenas reconozco su amable voz abriéndose camino como puede entre los acelerados y escandalosos latidos que me atacan desde el pecho. Sus palabras suenan a la vez lejanísimas y dentro. Creo entender que acaba de llegar a la ciudad y que me llama desde el aeropuerto. Hace más de 5 años que no sé nada de él. Dice que está de paso. Que mañana a las 10 espera desayunar conmigo en la cafetería del bulevar antiguo. Allí estaré sin faltar, con mi mejor sonrisa. Tengo citada reunión a las 8. Habré de despacharla lo antes posible, y cogeré un taxi si acaso, en lugar de ir andando, para apurar el tiempo en la oficina si fuera necesario. De acuerdo. Allí nos vemos. Ok. Traéte las maletas. Qué has dicho? Frené de golpe las cavilaciones. Un momento. Has dicho las maletas? Si, Vanessa, nos vamos juntos. Acabo de sacar dos billetes para Roma. Dudé una décima de segundo. Si, claro.  Me dijiste que siempre estarías dispuesta, no? Pues siempre ahora es mañana. A las 10, en el café. Nos vemos para no perdernos. ”

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